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Análisis del libro El arte de la guerra del General Sun Tzu (página 2)



Partes: 1, 2

En primer lugar, has de ser capaz de mantenerte firme en
tu propio corazón; sólo entonces puedes
desmoralizar a los generales enemigos. Por esto, la
tradición afirma que los habitantes de otros tiempos
tenían la firmeza para desmoralizar, y la antigua ley de
los que conducían carros de combate decía que
cuando la mente original es firme, la energía fresca es
victoriosa.

De este modo, la energía de la mañana
está llena de ardor, la del mediodía decae y la
energía de la noche se retira; en consecuencia, los
expertos en el manejo de las armas prefieren la energía
entusiasta, atacan la decadente y la que se bate en retirada. Son
ellos los que dominan la energía.

Cualquier débil en el mundo se dispone a combatir
en un minuto si se siente animado, pero cuando se trata realmente
de tomar las armas y de entrar en batalla, es poseído por
la energía; cuando esta energía se desvanece, se
detendrá, estará asustado y se arrepentirá
de haber comenzado. La razón por la que esa clase de
ejércitos miran por encima del hombro a enemigos fuertes,
lo mismo que miran a las doncellas vírgenes, es porque se
están aprovechando de su agresividad, estimulada por
cualquier causa.

Utilizar el orden para enfrentarse al desorden, utilizar
la calma para enfrentarse con los que se agitan, esto es dominar
el corazón.

A menos que tu corazón esté totalmente
abierto y tu mente en orden, no puedes esperar ser capaz de
adaptarte a responder sin límites, a manejar los
acontecimientos de manera infalible, a enfrentarte a dificultades
graves e inesperadas sin turbarte, dirigiendo cada cosa sin
confusión.

Dominar la fuerza es esperar a los que vienen de lejos,
aguardar con toda comodidad a los que se han fatigado, y con el
estómago saciado a los hambrientos.

Esto es lo que se quiere decir cuando se habla de atraer
a otros hacia donde estás, al tiempo que evitas ser
inducido a ir hacia donde están ellos.

Evitar la confrontación contra formaciones de
combate bien ordenadas y no atacar grandes batallones constituye
el dominio de la adaptación.

Por tanto, la regla general de las operaciones militares
es no enfrentarse a una gran montaña ni oponerse al
enemigo de espaldas a ésta.

Esto significa que si los adversarios están en un
terreno elevado, no debes atacarles cuesta arriba, y que cuando
efectúan una carga cuesta abajo, no debes hacerles
frente.

No persigas a los enemigos cuando finjan una retirada,
ni ataques tropas expertas.

Si los adversarios huyen de repente antes de agotar su
energía, seguramente hay emboscadas esperándote
para atacar a tus tropas; en este caso, debes retener a tus
oficiales para que no se lancen en su
persecución.

No consumas la comida de sus soldados.

Si el enemigo abandona de repente sus provisiones,
éstas han de ser probadas antes de ser comidas, por si
están envenenadas.

No detengas a ningún ejército que
esté en camino a su país.

Bajo estas circunstancias, un adversario luchará
hasta la muerte. Hay que dejarle una salida a un ejército
rodeado.

Muéstrales una manera de salvar la vida para que
no estén dispuestos a luchar hasta la muerte, y así
podrás aprovecharte para atacarles.

No presiones a un enemigo desesperado.

Un animal agotado seguirá luchando, pues esa es
la ley de la naturaleza.

Estas son las leyes de las operaciones
militares.

Capítulo VIII

Adaptaciones

Por lo general, las operaciones militares están
bajo el del gobernante civil para dirigir al
ejército.

El General no debe levantar su campamento en un terreno
difícil. Deja que se establezcan relaciones
diplomáticas en las fronteras. No permanezcas en un
territorio árido ni aislado.

Cuando te halles en un terreno cerrado, prepara alguna
estrategia y muévete. Cuando te halles en un terreno
mortal, lucha.

Terreno cerrado significa que existen lugares escarpados
que te rodean por todas partes, de manera que el enemigo tiene
movilidad, que puede llegar e irse con libertad, pero a ti te es
difícil salir y volver.

Cada ruta debe ser estudiada para que sea la mejor. Hay
rutas que no debes usar, ejércitos que no han de ser
atacados, ciudades que no deben ser rodeadas, terrenos sobre los
que no se debe combatir, y órdenes de gobernantes civiles
que no deben ser obedecidas.

En consecuencia, los generales que conocen las variables
posibles para aprovecharse del terreno sabe cómo manejar
las fuerzas armadas. Si los generales no saben cómo
adaptarse de manera ventajosa, aunque conozcan la
condición del terreno, no pueden aprovecharse de
él.

Si están al mando de ejércitos, pero
ignoran las artes de la total adaptabilidad, aunque conozcan el
objetivo a lograr, no pueden hacer que los soldados luchen por
él.

Si eres capaz de ajustar la campaña cambiar
conforme al ímpetu de las fuerzas, entonces la ventaja no
cambia, y los únicos que son perjudicados son los
enemigos. Por esta razón, no existe una estructura
permanente. Si puedes comprender totalmente este principio,
puedes hacer que los soldados actúen en la mejor forma
posible.

Por lo tanto, las consideraciones de la persona
inteligente siempre incluyen el analizar objetivamente el
beneficio y el daño. Cuando considera el beneficio, su
acción se expande; cuando considera el daño, sus
problemas pueden resolverse.

El beneficio y el daño son interdependientes, y
los sabios los tienen en cuenta.

Por ello, lo que retiene a los adversarios es el
daño, lo que les mantiene ocupados es la acción, y
lo que les motiva es el beneficio.

Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no
dejándoles respirar. Pero antes de lograrlo, tienes que
realizar previamente tu propia labor. Esa labor consiste en
desarrollar un ejército fuerte, un pueblo próspero,
una sociedad armoniosa y una manera ordenada de vivir.

Así pues, la norma general de las operaciones
militares consiste en no contar con que el enemigo no acuda, sino
confiar en tener los medios de enfrentarte a él; no contar
con que el adversario no ataque, sino confiar en poseer lo que no
puede ser atacado.

Si puedes recordar siempre el peligro cuando
estás a salvo y el caos en tiempos de orden, permanece
atento al peligro y al caos mientras no tengan todavía
forma, y evítalos antes de que se presenten; ésta
es la mejor estrategia de todas.

Por esto, existen cinco rasgos que son peligrosos en los
generales. Los que están dispuestos a morir, pueden perder
la vida; los que quieren preservar la vida, pueden ser hechos
prisioneros; los que son dados a los apasionamientos
irracionales, pueden ser ridiculizados; los que son muy
puritanos, pueden ser deshonrados; los que son compasivos, pueden
ser turbados.

Si te presentas en un lugar que con toda seguridad los
enemigos se precipitarán a defender, las personas
compasivas se apresurarán invariablemente a rescatar a sus
habitantes, causándose a sí mismos problemas y
cansancio.

Estos son cinco rasgos que constituyen defectos en los
generales y que son desastrosos para las operaciones
militares.

Los buenos generales son de otra manera: se comprometen
hasta la muerte, pero no se aferran a la esperanza de sobrevivir;
actúan de acuerdo con los acontecimientos, en forma
racional y realista, sin dejarse llevar por las emociones ni
estar sujetos a quedar confundidos. Cuando ven una buena
oportunidad, son como tigres, en caso contrario cierran sus
puertas. Su acción y su no acción son cuestiones de
estrategia, y no pueden ser complacidos ni enfadados.

Capítulo IX

En maniobras con el
ejército

Las maniobras militares son el resultado de los planes y
las estrategias en la manera más ventajosa para ganar.
Determinan la movilidad y efectividad de las tropas.

Si vas a colocar tu ejército en posición
de observar al enemigo, atraviesa rápido las
montañas y vigílalos desde un valle.

Considera el efecto de la luz y manténte en la
posición más elevada del valle. Cuando combatas en
una montaña, ataca desde arriba hacia abajo y no al
revés.

Combate estando cuesta abajo y nunca cuesta arriba.
Evita que el agua divida tus fuerzas, aléjate de las
condiciones desfavorables lo antes que te sea posible. No te
enfrentes a los enemigos dentro del agua; es conveniente dejar
que pasen la mitad de sus tropas y en ese momento dividirlas y
atacarlas.

No te sitúes río abajo. No camines en
contra de la corriente, ni en contra del viento.

Si acampas en la ribera de un río, tus
ejércitos pueden ser sorprendidos de noche, empujados a
ahogarse o se les puede colocar veneno en la corriente. Tus
barcas no deben ser amarradas corriente abajo, para impedir que
el enemigo aproveche la corriente lanzando sus barcas contra ti.
Si atraviesas pantanos, hazlo rápidamente. Si te
encuentras frente a un ejército en media de un pantano,
permanece cerca de sus plantas acuáticas o respaldado por
los árboles.

En una llanura, toma posiciones desde las que sea
fácil maniobrar, manteniendo las elevaciones del terreno
detrás y a tu derecha, estando las partes más bajas
delante y las más altos detrás.

Generalmente, un ejército prefiere un terreno
elevado y evita un terreno bajo, aprecia la luz y detesta la
oscuridad.

Los terrenos elevados son estimulantes, y por lo tanto,
la gente se halla a gusto en ellos, además son
convenientes para adquirir la fuerza del ímpetu. Los
terrenos bajos son húmedos, lo cual provoca enfermedades y
dificulta el combate.

Cuida de la salud física de tus soldados con los
mejores recursos disponibles.

Cuando no existe la enfermedad en un ejército, se
dice que éste es invencible.

Donde haya montículos y terraplenes,
sitúate en su lado soleado, manteniéndolos siempre
a tu derecha y detrás.

Colocarse en la mejor parte del terreno es ventajoso
para una fuerza militar.

La ventaja en una operación militar consiste en
aprovecharse de todos los factores beneficiosos del
terreno.

Cuando llueve río arriba y la corriente trae
consigo la espuma, si quieres cruzarlo, espera a que
escampe.

Siempre que un terreno presente barrancos
infranqueables, lugares cerrados, trampas, riesgos, grietas y
prisiones naturales, debes abandonarlo rápidamente y no
acercarte a él. En lo que a mí concierne, siempre
me mantengo alejado de estos accidentes del terreno, de manera
que los adversarios estén más cerca que yo de
ellos; doy la cara a estos accidentes, de manera que queden a
espaldas del enemigo.

Entonces estás en situación ventajosa, y
él tiene condiciones desfavorables.

Cuando un ejército se está desplazando, si
atraviesa territorios montañosos con muchas corrientes de
agua y pozos, o pantanos cubiertos de juncos, o bosques
vírgenes llenos de árboles y vegetación, es
imprescindible escudriñarlos totalmente y con cuidado, ya
que estos lugares ayudan a las emboscadas y a los
espías.

Es esencial bajar del caballo y escudriñar el
terreno, por si existen tropas escondidas para tenderte una
emboscada. También podría ser que hubiera
espías al acecho observándote y escuchando tus
instrucciones y movimientos.

Cuando el enemigo está cerca, pero permanece en
calma, quiere decir que se halla en una posición fuerte.
Cuando está lejos pero intenta provocar hostilidades,
quiere que avances. Si, además, su posición es
accesible, eso quiere decir que le es favorable.

Si un adversario no conserva la posición que le
es favorable por las condiciones del terreno y se sitúa en
otro lugar conveniente, debe ser porque existe alguna ventaja
táctica para obrar de esta manera.

Si se mueven los árboles, es que el enemigo se
está acercando. Si hay obstáculos entre los
matorrales, es que has tomado un mal camino.

La idea de poner muchos obstáculos entre la
maleza es hacerte pensar que existen tropas emboscadas escondidas
en medio de ella.

Si los pájaros alzan el vuelo, hay tropas
emboscadas en el lugar. Si los animales están asustados,
existen tropas atacantes. Si se elevan columnas de polvo altas y
espesas, hay carros que se están acercando; si son bajas y
anchas, se acercan soldados a pie. Humaredas esparcidas
significan que se está cortando leña.
Pequeñas polvaredas que van y vienen indican que hay que
levantar el campamento.

Si los emisarios del enemigo pronuncian palabras
humildes mientras que éste incrementa sus preparativos de
guerra, esto quiere decir que va a avanzar. Cuando se pronuncian
palabras altisonantes y se avanza ostentosamente, es señal
de que el enemigo se va a retirar.

Si sus emisarios vienen con palabras humildes,
envía espías para observar al enemigo y
comprobarás que está aumentando sus preparativos de
guerra.

Cuando los carros ligeros salen en primer lugar y se
sitúan en los flancos, están estableciendo un
frente de batalla.

Si los emisarios llegan pidiendo la paz sin firmar un
tratado, significa que están tramando algún
complot.

Si el enemigo dispone rápidamente a sus carros en
filas de combate, es que está esperando
refuerzos.

No se precipitarán para un encuentro ordinario si
no entienden que les ayudará, o debe haber una fuerza que
se halla a distancia y que es esperada en un determinado momento
para unir sus tropas y atacarte. Conviene anticipar, prepararse
inmediatamente para esta eventualidad.

Si la mitad de sus tropas avanza y la otra mitad
retrocede, es que el enemigo piensa atraerte a una
trampa.

El enemigo está fingiendo en este caso
confusión y desorden para incitarte a que
avances.

Si los soldados enemigos se apoyan unos en otros, es que
están hambrientos.

Si los aguadores beben en primer lugar, es que las
tropas están sedientas.

Si el enemigo ve una ventaja pero no la aprovecha, es
que está cansado.

Si los pájaros se reúnen en el campo
enemigo, es que el lugar está vacío.

Si hay pájaros sobrevolando una ciudad, el
ejército ha huido.

Si se producen llamadas nocturnas, es que los soldados
enemigos están atemorizados. Tienen miedo y están
inquietos, y por eso se llaman unos a otros.

Si el ejército no tiene disciplina, esto quiere
decir que el general no es tomado en serio.

Si los estandartes se mueven, es que está sumido
en la confusión.

Las señales se utilizan para unificar el grupo;
así pues, si se desplaza de acá para allá
sin orden ni concierto, significa que sus filas están
confusas.

Si sus emisarios muestran irritación, significa
que están cansados.

Si matan sus caballos para obtener carne, es que los
soldados carecen de alimentos; cuando no tienen marmitas y no
vuelven a su campamento, son enemigos completamente
desesperados.

Si se producen murmuraciones, faltas de disciplina y los
soldados hablan mucho entre sí, quiere decir que se ha
perdido la lealtad de la tropa.

Las murmuraciones describen la expresión de los
verdaderos sentimientos; las faltas de disciplina indican
problemas con los superiores. Cuando el mando ha perdido la
lealtad de las tropas, los soldados se hablan con franqueza entre
sí sobre los problemas con sus superiores.

Si se otorgan numerosas recompensas, es que el enemigo
se halla en un callejón sin salida; cuando se ordenan
demasiados castigos, es que el enemigo está
desesperado.

Cuando la fuerza de su ímpetu está
agotada, otorgan constantes recompensas para tener contentos a
los soldados, para evitar que se rebelen en masa. Cuando los
soldados están tan agotados que no pueden cumplir las
órdenes, son castigados una y otra vez para restablecer la
autoridad.

Ser violento al principio y terminar después
temiendo a los propios soldados es el colmo de la
ineptitud.

Los emisarios que acuden con actitud conciliatoria
indican que el enemigo quiere una tregua.

Si las tropas enemigas se enfrentan a ti con ardor, pero
demoran el momento de entrar en combate sin abandonar no obstante
el terreno, has de observarlos cuidadosamente.

Están preparando un ataque por
sorpresa.

En asuntos militares, no es necesariamente más
beneficioso ser superior en fuerzas, sólo evitar actuar
con violencia innecesaria; es suficiente con consolidar tu poder,
hacer estimaciones sobre el enemigo y conseguir reunir tropas;
eso es todo.

El enemigo que actúa aisladamente, que carece de
estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios,
inevitablemente acabará siendo derrotado.

Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o
posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la
fuerza de tus soldados, y tomas a la ligera a tus adversarios sin
valorar su condición, con toda seguridad caerás
prisionero.

Si se castiga a los soldados antes de haber conseguido
que sean leales al mando, no obedecerán, y si no obedecen,
serán difíciles de emplear.

Tampoco podrán ser empleados si no se lleva a
cabo ningún castigo, incluso después de haber
obtenido su lealtad.

Cuando existe un sentimiento subterráneo de
aprecio y confianza, y los corazones de los soldados están
ya vinculados al mando, si se relaja la disciplina, los soldados
se volverán arrogantes y será imposible
emplearlos.

Por lo tanto, dirígelos mediante el arte
civilizado y unifícalos mediante las artes marciales; esto
significa una victoria continua.

Arte civilizado significa humanidad, y artes marciales
significan reglamentos. Mándalos con humanidad y
benevolencia, unifícalos de manera estricta y firme.
Cuando la benevolencia y la firmeza son evidentes, es posible
estar seguro de la victoria.

Cuando las órdenes se dan de manera clara,
sencilla y consecuente a las tropas, éstas las aceptan.
Cuando las órdenes son confusas, contradictorias y
cambiantes las tropas no las aceptan o no las
entienden.

Cuando las órdenes son razonables, justas,
sencillas, claras y consecuentes, existe una satisfacción
recíproca entre el líder y el grupo.

Capítulo X

El
terreno

Algunos terrenos son fáciles, otros
difíciles, algunos neutros, otros estrechos, accidentados
o abiertos.

Cuando el terreno sea accesible, sé el primero en
establecer tu posición, eligiendo las alturas soleadas;
una posición que sea adecuada para transportar los
suministros; así tendrás ventaja cuando libres la
batalla.

Cuando estés en un terreno difícil de
salir, estás limitado. En este terreno, si tu enemigo no
está preparado, puedes vencer si sigues adelante, pero si
el enemigo está preparado y sigues adelante,
tendrás muchas dificultades para volver de nuevo a
él, lo cual jugará en contra tuya.

Cuando es un terreno desfavorable para ambos bandos, se
dice que es un terreno neutro. En un terreno neutro, incluso si
el adversario te ofrece una ventaja, no te aproveches de ella:
retírate, induciendo a salir a la mitad de las tropas
enemigas, y entonces cae sobre él aprovechándote de
esta condición favorable.

En un terreno estrecho, si eres el primero en llegar,
debes ocuparlo totalmente y esperar al adversario. Si él
llega antes, no lo persigas si bloquea los desfiladeros.
Persíguelo sólo si no los bloquea.

En terreno accidentado, si eres el primero en llegar,
debes ocupar sus puntos altos y soleados y esperar al adversario.
Si éste los ha ocupado antes, retírate y no lo
persigas.

En un terreno abierto, la fuerza del ímpetu se
encuentra igualada, y es difícil provocarle a combatir de
manera desventajosa para él.

Entender estas seis clases de terreno es la
responsabilidad principal del general, y es imprescindible
considerarlos.

Éstas son las configuraciones del terreno; los
generales que las ignoran salen derrotados.

Así pues, entre las tropas están las que
huyen, la que se retraen, las que se derrumban, las que se
rebelan y las que son derrotadas. Ninguna de estas circunstancias
constituyen desastres naturales, sino que son debidas a los
errores de los generales.

Las tropas que tienen el mismo ímpetu, pero que
atacan en proporción de uno contra diez, salen derrotadas.
Los que tienen tropas fuertes pero cuyos oficiales son
débiles, quedan retraídos.

Los que tienen soldados débiles al mando de
oficiales fuertes, se verán en apuros. Cuando los
oficiales superiores están encolerizados y son violentos,
y se enfrentan al enemigo por su cuenta y por despecho, y cuando
los generales ignoran sus capacidades, el ejército se
desmoronará.

Como norma general, para poder vencer al enemigo, todo
el mando militar debe tener una sola intención y todas las
fuerzas militares deben cooperar.

Cuando los generales son débiles y carecen de
autoridad, cuando las órdenes no son claras, cuando
oficiales y soldados no tienen solidez y las formaciones son
anárquicas, se produce revuelta.

Los generales que son derrotados son aquellos que son
incapaces de calibrar a los adversarios, entran en combate con
fuerzas superiores en número o mejor equipadas, y no
seleccionan a sus tropas según los niveles de
preparación de las mismas.

Si empleas soldados sin seleccionar a los preparados de
los no preparados, a los arrojados y a los timoratos, te
estás buscando tu propia derrota.

Estas son las seis maneras de ser derrotado. La
comprensión de estas situaciones es la responsabilidad
suprema de los generales y deben ser consideradas.

La primera es no calibrar el número de fuerzas;
la segunda, la ausencia de un sistema claro de recompensas y
castigos; la tercera, la insuficiencia de entrenamiento; la
cuarta es la pasión irracional; la quinta es la ineficacia
de la ley del orden; y la sexta es el fallo de no seleccionar a
los soldados fuertes y resueltos.

La configuración del terreno puede ser un apoyo
para el ejército; para los jefes militares, el curso de la
acción adecuada es calibrar al adversario para asegurar la
victoria y calcular los riesgos y las distancias. Salen
vencedores los que libran batallas conociendo estos elementos;
salen derrotados los que luchan ignorándolos.

Por lo tanto, cuando las leyes de la guerra
señalan una victoria segura es claramente apropiado
entablar batalla, incluso si el gobierno ha dada órdenes
de no atacar. Si las leyes de la guerra no indican una victoria
segura, es adecuado no entrar en batalla, aunque el gobierno haya
dada la orden de atacar. De este modo se avanza sin pretender la
gloria, se ordena la retirada sin evitar la responsabilidad, con
el único propósito de proteger a la
población y en beneficio también del gobierno;
así se rinde un servicio valioso a la
nación.

Avanzar y retirarse en contra de las órdenes del
gobierno no se hace por interés personal, sino para
salvaguardar las vidas de la población y en
auténtico beneficio del gobierno. Servidores de esta talla
son muy útiles para un pueblo.

Mira por tus soldados como miras por un recién
nacido; así estarán dispuestos a seguirte hasta los
valles más profundos; cuida de tus soldados como cuidas de
tus queridos hijos, y morirán gustosamente
contigo.

Pero si eres tan amable con ellos que no los puedes
utilizar, si eres tan indulgente que no les puedes dar
órdenes, tan informal que no puedes disciplinarlos, tus
soldados serán como niños mimados y, por lo tanto,
inservibles.

Las recompensas no deben utilizarse solas, ni debe
confiarse solamente en los castigos. En caso contrario, las
tropas, como niños mimosos, se acostumbran a disfrutar o a
quedar resentidas por todo. Esto es dañino y los vuelve
inservibles.

Si sabes que tus soldados son capaces de atacar, pero
ignoras si el enemigo es invulnerable a un ataque, tienes
sólo la mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que tu
enemigo es vulnerable a un ataque, pero ignoras si tus soldados
son capaces de atacar, sólo tienes la mitad de
posibilidades de ganar. Si sabes que el enemigo es vulnerable a
un ataque, y tus soldados pueden llevarlo a cabo, pero ignoras si
la condición del terreno es favorable para la batalla,
tienes la mitad de probabilidades de vencer.

Por lo tanto, los que conocen las artes marciales no
pierden el tiempo cuando efectúan sus movimientos, ni se
agotan cuando atacan. Debido a esto se dice que cuando te conoces
a ti mismo y conoces a los demás, la victoria no es un
peligro; cuando conoces el cielo y la tierra, la victoria es
inagotable.

Capítulo XI

Nueve
terrenos

Conforme a las leyes de las operaciones militares,
existen nueve clases de terreno. Si intereses locales luchan
entre sí en su propio territorio, a éste se le
llama terreno de dispersión.

Cuando los soldados están apegados a su casa y
combaten cerca de su hogar, pueden ser dispersados con
facilidad.

Cuando penetras en un territorio ajeno, pero no lo haces
en profundidad, a éste se le llama territorio
ligero.

Esto significa que los soldados pueden regresar
fácilmente.

El territorio que puede resultarte ventajoso si lo
tomas, y ventajoso al enemigo si es él quien lo conquista,
se llama terreno clave.

Un terreno de lucha inevitable es cualquier enclave
defensivo o paso estratégico.

Un territorio igualmente accesible para ti y para los
demás se llama terreno de comunicación.

El territorio que está rodeado por tres
territorios rivales y es el primero en proporcionar libre acceso
a él a todo el mundo se llama terreno de
intersección.

El terreno de intersección es aquel en el que
convergen las principales vías de comunicación
uniéndolas entre sí: sé el primero en
ocuparlo, y la gente tendrá que ponerse de tu lado. Si lo
obtienes, te encuentras seguro; si lo pierdes, corres
peligro.

Cuando penetras en profundidad en un territorio ajeno, y
dejas detrás muchas ciudades y pueblos, a este terreno se
le llama difícil.

Es un terreno del que es difícil
regresar.

Cuando atraviesas montañas boscosas, desfiladeros
abruptos u otros accidentes difíciles de atravesar, a esto
se le llama terreno desfavorable.

Cuando el acceso es estrecho y la salida es tortuosa, de
manera que una pequeña unidad enemiga puede atacarte,
aunque tus tropas sean más numerosas, a éste se le
llama terreno cercado.

Si eres capaz de una gran adaptación, puedes
atravesar este territorio.

Si sólo puedes sobrevivir en un territorio
luchando con rapidez, y si es fácil morir si no lo haces,
a éste se le llama terreno mortal.

Las tropas que se encuentran en un terreno mortal
están en la misma situación que si se encontraran
en una barca que se hunde o en una casa ardiendo.

Así pues, no combatas en un terreno de
dispersión, no te detengas en un terreno ligero, no
ataques en un terreno clave (ocupado por el enemigo), no dejes
que tus tropas sean divididas en un terreno de
comunicación. En terrenos de intersección,
establece comunicaciones; en terrenos difíciles, entra
aprovisionado; en terrenos desfavorables, continúa
marchando; en terrenos cercados, haz planes; en terrenos
mortales, lucha.

En un terreno de dispersión, los soldados pueden
huir. Un terreno ligero es cuando los soldados han penetrado en
territorio enemigo, pero todavía no tienen las espaldas
cubiertas: por eso, sus mentes no están realmente
concentradas y no están listos para la batalla. No es
ventajoso atacar al enemigo en un terreno clave; lo que es
ventajoso es llegar el primero a él. No debe permitirse
que quede aislado el terreno de comunicación, para poder
servirse de las rutas de suministros. En terrenos de
intersección, estarás a salvo si estableces
alianzas; si las pierdes, te encontrarás en peligro. En
terrenos difíciles, entrar aprovisionado significa reunir
todo lo necesario para estar allí mucho tiempo. En
terrenos desfavorables, ya que no puedes atrincherarte en ello,
debes apresurarte a salir. En terrenos cercados, introduce
tácticas sorpresivas.

Si las tropas caen en un terreno mortal, todo el mundo
luchará de manera espontánea. Por esto se dice:
"Sitúa a las tropas en un terreno mortal y
sobrevivirán."

Los que eran antes considerados como expertos en el arte
de la guerra eran capaces de hacer que el enemigo perdiera
contacto entre su vanguardia y su retaguardia, la confianza entre
las grandes y las pequeñas unidades, el interés
recíproco par el bienestar de los diferentes rangos, el
apoyo mutuo entre gobernantes y gobernados, el alistamiento de
soldados y la coherencia de sus ejércitos. Estos expertos
entraban en acción cuando les era ventajoso, y se
retenían en caso contrario.

Introducían cambios para confundir al enemigo,
atacándolos aquí y allá,
aterrorizándolos y sembrando en ellos la confusión,
de tal manera que no les daban tiempo para hacer
planes.

Se podría preguntar cómo enfrentarse a
fuerzas enemigas numerosas y bien organizadas que se dirigen
hacia ti. La respuesta es quitarles en primer lugar algo que
aprecien, y después te escucharán.

La rapidez de acción es el factor esencial de la
condición de la fuerza militar, aprovechándose de
los errores de los adversarios, desplazándose por caminos
que no esperan y atacando cuando no están en
guardia.

Esto significa que para aprovecharse de la falta de
preparación, de visión y de cautela de los
adversarios, es necesario actuar con rapidez, y que si dudas,
esos errores no te servirán de nada.

En una invasión, por regla general, cuanto
más se adentran los invasores en el territorio ajeno,
más fuertes se hacen, hasta el punto de que el gobierno
nativo no puede ya expulsarlos.

Escoge campos fértiles, y las tropas
tendrán suficiente para comer. Cuida de su salud y evita
el cansancio, consolida su energía, aumenta su fuerza. Que
los movimientos de tus tropas y la preparación de tus
planes sean insondables.

Consolida la energía más entusiasta de tus
tropas, ahorra las fuerzas sobrantes, mantén en secreto
tus formaciones y tus planes, permaneciendo insondable para los
enemigos, y espera a que se produzca un punto vulnerable para
avanzar.

Sitúa a tus tropas en un punto que no tenga
salida, de manera que tengan que morir antes de poder escapar.
Porque, ¿ante la posibilidad de la muerte, qué no
estarán dispuestas a hacer? Los guerreros dan entonces lo
mejor de sus fuerzas. Cuando se hallan ante un grave peligro,
pierden el miedo. Cuando no hay ningún sitio a donde ir,
permanecen firmes; cuando están totalmente implicados en
un terreno, se aferran a él. Si no tienen otra
opción, lucharán hasta el final.

Por esta razón, los soldados están
vigilantes sin tener que ser estimulados, se alistan sin tener
que ser llamados a filas, son amistosos sin necesidad de
promesas, y se puede confiar en ellos sin necesidad de
órdenes.

Esto significa que cuando los combatientes se encuentran
en peligro de muerte, sea cual sea su rango, todos tienen el
mismo objetivo, y, por lo tanto, están alerta sin
necesidad de ser estimulados, tienen buena voluntad de manera
espontánea y sin necesidad de recibir órdenes, y
puede confiarse de manera natural en ellos sin promesas ni
necesidad de jerarquía.

Prohibe los augurios para evitar las dudas, y los
soldados nunca te abandonarán. Si tus soldados no tienen
riquezas, no es porque las desdeñen. Si no tienen
más longevidad, no es porque no quieran vivir más
tiempo. El día en que se da la orden de marcha, los
soldados lloran.

Así pues, una operación militar preparada
con pericia debe ser como una serpiente veloz que contraataca con
su cola cuando alguien le ataca por la cabeza, contraataca con la
cabeza cuando alguien le ataca por la cola y contraataca con
cabeza y cola, cuando alguien le ataca por el medio.

Esta imagen representa el método de una
línea de batalla que responde velozmente cuando es
atacada. Un manual de ocho formaciones clásicas de batalla
dice: "Haz del frente la retaguardia, haz de la retaguardia el
frente, con cuatro cabezas y ocho colas. Haz que la cabeza
esté en todas partes, y cuando el enemigo arremeta por el
centro, cabeza y cola acudirán al rescate."

Puede preguntarse la cuestión de si es posible
hacer que una fuerza militar sea como una serpiente
rápida. La respuesta es afirmativa. Incluso las personas
que se tienen antipatía, encontrándose en el mismo
barco, se ayudarán entre sí en caso de peligro de
zozobrar.

Es la fuerza de la situación la que hace que esto
suceda.

Por esto, no basta con depositar la confianza en
caballos atados y ruedas fijadas.

Se atan los caballos para formar una línea de
combate estable, y se fijan las ruedas para hacer que los carros
no se puedan mover. Pero aun así, esto no es
suficientemente seguro ni se puede confiar en ello. Es necesario
permitir que haya variantes a los cambios que se hacen, poniendo
a los soldados en situaciones mortales, de manera que combatan de
forma espontánea y se ayuden unos a otros codo con codo:
éste es el camino de la seguridad y de la obtención
de una victoria cierta.

La mejor organización es hacer que se exprese el
valor y mantenerlo constante. Tener éxito tanto con tropas
débiles como con tropas aguerridas se basa en la
configuración de las circunstancias.

Si obtienes la ventaja del terreno, puedes vencer a los
adversarios, incluso con tropas ligeras y débiles;
¿cuánto más te sería posible si
tienes tropas poderosas y aguerridas? Lo que hace posible la
victoria a ambas clases de tropas es las circunstancias del
terreno.

Por lo tanto, los expertos en operaciones militares
logran la cooperación de la tropa, de tal manera que
dirigir un grupo es como dirigir a un solo individuo que no tiene
más que una sola opción.

Corresponde al general ser tranquilo, reservado, justo y
metódico.

Sus planes son tranquilos y absolutamente secretos para
que nadie pueda descubrirlos. Su mando es justo y
metódico, así que nadie se atreve a tomarlo a la
ligera.

Puede mantener a sus soldados sin información y
en completa ignorancia de sus planes.

Cambia sus acciones y revisa sus planes, de manera que
nadie pueda reconocerlos. Cambia de lugar su emplazamiento y se
desplaza por caminos sinuosos, de manera que nadie pueda
anticiparse.

Puedes ganar cuando nadie puede entender en
ningún momento cuáles son tus
intenciones.

Dice un Gran Hombre: "El principal engaño que se
valora en las operaciones militares no se dirige sólo a
los enemigos, sino que empieza por las propias tropas, para hacer
que le sigan a uno sin saber adónde van." Cuando un
general fija una meta a sus tropas, es como el que sube a un
lugar elevado y después retira la escalera. Cuando un
general se adentra muy en el interior del territorio enemigo,
está poniendo a prueba todo su potencial.

Ha hecho quemar las naves a sus tropas y destruir sus
casas; así las conduce como un rebaño y todos
ignoran hacia dónde se encaminan.

Incumbe a los generales reunir a los ejércitos y
ponerlos en situaciones peligrosas. También han de
examinar las adaptaciones a los diferentes terrenos, las ventajas
de concentrarse o dispersarse, y las pautas de los sentimientos y
situaciones humanas.

Cuando se habla de ventajas y de desventajas de la
concentración y de la dispersión, quiere decir que
las pautas de los comportamientos humanos cambian según
los diferentes tipos de terreno.

En general, la pauta general de los invasores es unirse
cuando están en el corazón del territorio enemigo,
pero tienden a dispersarse cuando están en las franjas
fronterizas. Cuando dejas tu territorio y atraviesas la frontera
en una operación militar, te hallas en un terreno
aislado.

Cuando es accesible desde todos los puntos, es un
terreno de comunicación.

Cuando te adentras en profundidad, estás en un
terreno difícil. Cuando penetras poco, estás en un
terreno ligero.

Cuando a tus espaldas se hallen espesuras infranqueables
y delante pasajes estrechos, estás en un terreno
cercado.

Cuando no haya ningún sitio a donde ir, se trata
de un terreno mortal.

Así pues, en un terreno de dispersión, yo
unificaría las mentes de los soldados. En un terreno
ligero, las mantendría en contacto. En un terreno clave,
les haría apresurarse para tomarlo. En un terreno de
intersección, prestaría atención a la
defensa. En un terreno de comunicación,
establecería sólidas alianzas. En un terreno
difícil, aseguraría suministros continuados. En un
terreno desfavorable, urgiría a mis tropas a salir
rápidamente de él. En un terreno cercado,
cerraría las entradas. En un terreno mortal,
indicaría a mis tropas que no existe ninguna posibilidad
de sobrevivir.

Por esto, la psicología de los soldados consiste
en resistir cuando se ven rodeados, luchar cuando no se puede
evitar, y obedecer en casos extremos.

Hasta que los soldados no se ven rodeados, no tienen la
determinación de resistir al enemigo hasta alcanzar la
victoria. Cuando están desesperados, presentan una defensa
unificada.

Por ello, los que ignoran los planes enemigos no pueden
preparar alianzas.

Los que ignoran las circunstancias del terreno no pueden
hacer maniobrar a sus fuerzas. Los que no utilizan guías
locales no pueden aprovecharse del terreno. Los militares de un
gobierno eficaz deben conocer todos estos factores.

Cuando el ejército de un gobierno eficaz ataca a
un gran territorio, el pueblo no se puede unir. Cuando su poder
sobrepasa a los adversarios, es imposible hacer
alianzas.

Si puedes averiguar los planes de tus adversarios,
aprovéchate del terreno y haz maniobrar al enemigo de
manera que se encuentre indefenso; en este caso, ni siquiera un
gran territorio puede reunir suficientes tropas para
detenerte.

Por lo tanto, si no luchas por obtener alianzas, ni
aumentas el poder de ningún país, pero extiendes tu
influencia personal amenazando a los adversarios, todo ello hace
que el país y las ciudades enemigas sean
vulnerables.

Otorga recompensas que no estén reguladas y da
órdenes desacostumbradas.

Considera la ventaja de otorgar recompensas que no
tengan precedentes, observa cómo el enemigo hace promesas
sin tener en cuenta los códigos establecidos.

Maneja las tropas como si fueran una sola persona.
Empléalas en tareas reales, pero no les hables.
Motívalas con recompensas, pero no les comentes los
perjuicios posibles.

Emplea a tus soldados sólo en combatir, sin
comunicarles tu estrategia. Déjales conocer los beneficios
que les esperan, pero no les hables de los daños
potenciales. Si la verdad se filtra, tu estrategia puede
hundirse. Si los soldados empiezan a preocuparse, se
volverán vacilantes y temerosos.

Colócalos en una situación de posible
exterminio, y entonces lucharán para vivir. Ponles en
peligro de muerte, y entonces sobrevivirán. Cuando las
tropas afrontan peligros, son capaces de luchar para obtener la
victoria.

Así pues, la tarea de una operación
militar es fingir acomodarse a las intenciones del enemigo. Si te
concentras totalmente en éste, puedes matar a su general
aunque estés a kilómetros de distancia. A esto se
llama cumplir el objetivo con pericia.

Al principio te acomodas a sus intenciones,
después matas a sus generales: ésta es la pericia
en el cumplimiento del objetivo.

Así, el día en que se declara la guerra,
se cierran las fronteras, se rompen los salvoconductos y se
impide el paso de emisarios.

Los asuntos se deciden rigurosamente desde que se
comienza a planificar y establecer la estrategia desde la casa o
cuartel general.

El rigor en los cuarteles generales en la fase de
planificación se refiere al mantenimiento del
secreto.

Cuando el enemigo ofrece oportunidades,
aprovéchalas inmediatamente.

Entérate primero de lo que pretende, y
después anticípate a él. Mantén la
disciplina y adáptate al enemigo, para determinar el
resultado de la guerra. Así, al principio eres como una
doncella y el enemigo abre sus puertas; entonces, tú eres
como una liebre suelta, y el enemigo no podrá
expulsarte.

Capítulo XII

Ataque de
fuego

Existen cinco clases de ataques mediante el fuego:
quemar a las personas, quemar los suministros, quemar el equipo,
quemar los almacenes y quemar las armas.

El uso del fuego tiene que tener una base, y exige
ciertos medios. Existen momentos adecuados para encender fuegos,
concretamente cuando el tiempo es seco y ventoso.

Normalmente, en ataques mediante el fuego es
imprescindible seguir los cambios producidos por éste.
Cuando el fuego está dentro del campamento enemigo,
prepárate rápidamente desde fuera. Si los soldados
se mantienen en calma cuando el fuego se ha declarado, espera y
no ataques. Cuando el fuego alcance su punto álgido,
síguelo, si puedes; si no, espera.

En general, el fuego se utiliza para sembrar la
confusión en el enemigo y así poder
atacarle.

Cuando el fuego puede ser prendido en campo abierto, no
esperes a hacerlo en su interior; hazlo cuando sea
oportuno.

Cuando el fuego sea atizado par el viento, no ataques en
dirección contraria a éste.

No es eficaz luchar contra el ímpetu del fuego,
porque el enemigo luchará en este caso hasta la
muerte.

Si ha soplado el viento durante el día, a la
noche amainará.

Un viento diurno cesará al anochecer; un viento
nocturno cesará al amanecer.

Los ejércitos han de saber que existen variantes
de las cinco clases de ataques mediante el fuego, y adaptarse a
éstas de manera racional.

No basta saber cómo atacar a los demás con
el fuego, es necesario saber cómo impedir que los
demás te ataquen a ti.

Así pues, la utilización del fuego para
apoyar un ataque significa claridad, y la utilización del
agua para apoyar un ataque significa fuerza. El agua puede
incomunicar, pero no puede arrasar.

El agua puede utilizarse para dividir a un
ejército enemigo, de manera que su fuerza se desuna y la
tuya se fortalezca.

Ganar combatiendo o llevar a cabo un asedio victorioso
sin recompensar a los que han hecho méritos trae mala
fortuna y se hace merecedor de ser llamado avaro. Por eso se dice
que un gobierno esclarecido lo tiene en cuenta y que un buen
mando militar recompensa el mérito. No moviliza a sus
tropas cuando no hay ventajas que obtener, ni actúa cuando
no hay nada que ganar, ni luchan cuando no existe
peligro.

Las armas son instrumentos de mal augurio, y la guerra
es un asunto peligroso. Es indispensable impedir una derrota
desastrosa, y por lo tanto, no vale la pena movilizar un
ejército por razones insignificantes: Las armas
sólo deben utilizarse cuando no existe otro
remedio.

Un gobierno no debe movilizar un ejército por
ira, y los jefes militares no deben provocar la guerra por
cólera.

Actúa cuando sea beneficioso; en caso contrario,
desiste. La ira puede convertirse en alegría, y la
cólera puede convertirse en placer, pero un pueblo
destruido no puede hacérsele renacer, y la muerte no puede
convertirse en vida. En consecuencia, un gobierno esclarecido
presta atención a todo esto, y un buen mando militar lo
tiene en cuenta. Ésta es la manera de mantener a la
nación a salvo y de conservar intacto a su
ejército.

Capítulo XIII

Sobre el uso de
espías

Una Operación militar significa un gran esfuerzo
para el pueblo, y la guerra puede durar muchos años para
obtener una victoria de un día. Así pues, fallar en
conocer la situación de los adversarios por economizar en
aprobar gastos para investigar y estudiar a la oposición
es extremadamente inhumano, y no es típico de un buen jefe
militar, de un consejero de gobierno, ni de un gobernante
victorioso. Por lo tanto, lo que posibilita a un gobierno
inteligente y a un mando militar sabio vencer a los demás
y lograr triunfos extraordinarios con esa información
esencial.

La información previa no puede obtenerse de
fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por
analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe
obtenerse de personas; personas que conozcan la situación
del adversario.

Existen cinco clases de espías: el espía
nativo, el espía interno, el doble agente, el espía
liquidable, y el espía flotante. Cuando están
activos todos ellos, nadie conoce sus rutas: a esto se le llama
genio organizativo, y se aplica al gobernante.

Los espías nativos se contratan entre los
habitantes de una localidad. Los espías internos se
contratan entre los funcionarios enemigos. Los agentes dobles se
contratan entre los espías enemigos. Los espías
liquidables transmiten falsos datos a los espías enemigos.
Los espías flotantes vuelven para traer sus
informes.

Entre los funcionarios del régimen enemigo, se
hallan aquéllos con los que se puede establecer contacto y
a los que se puede sobornar para averiguar la situación de
su país y descubrir cualquier plan que se trame contra ti,
también pueden ser utilizados para crear desavenencias y
desarmonía.

En consecuencia, nadie en las fuerzas armadas es tratado
con tanta familiaridad como los espías, ni a nadie se le
otorgan recompensas tan grandes como a ellos, ni hay asunto
más secreto que el espionaje.

Si no se trata bien a los espías, pueden
convertirse en renegados y trabajar para el enemigo.

No se pueden utilizar a los espías sin sagacidad
y conocimiento; no puede uno servirse de espías sin
humanidad y justicia, no se puede obtener la verdad de los
espías sin sutileza. Ciertamente, es un asunto muy
delicado. Los espías son útiles en todas
partes.

Cada asunto requiere un conocimiento previo.

Si algún asunto de espionaje es divulgado antes
de que el espía haya informado, éste y el que lo
haya divulgado deben eliminarse.

Siempre que quieras atacar a un ejército, asediar
una ciudad o atacar a una persona, has de conocer previamente la
identidad de los generales que la defienden, de sus aliados, sus
visitantes, sus centinelas y de sus criados; así pues, haz
que tus espías averigüen todo sobre ellos.

Siempre que vayas a atacar y a combatir, debes conocer
primero los talentos de los servidores del enemigo, y así
puedes enfrentarte a ellos según sus
capacidades.

Debes buscar a agentes enemigos que hayan venido a
espiarte, sobornarlos e inducirlos a pasarse a tu lado, para
poder utilizarlos como agentes dobles. Con la información
obtenida de esta manera, puedes encontrar espías nativos y
espías internos para contratarlos. Con la
información obtenida de éstos, puedes fabricar
información falsa sirviéndote de espías
liquidables. Con la información así obtenida,
puedes hacer que los espías flotantes actúen
según los planes previstos.

Es esencial para un gobernante conocer las cinco clases
de espionaje, y este conocimiento depende de los agentes dobles;
así pues, éstos deben ser bien tratados.

Así, sólo un gobernante brillante o un
general sabio que pueda utilizar a los más inteligentes
para el espionaje, puede estar seguro de la victoria. El
espionaje es esencial para las operaciones militares, y los
ejércitos dependen de él para llevar a cabo sus
acciones.

No será ventajoso para el ejército actuar
sin conocer la situación del enemigo, y conocer la
situación del enemigo no es posible sin el
espionaje.

 

 

Autor:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo
S.

"A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD
DE INFORMACION"®

Monografias.com

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2014.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH
– POR SIEMPRE"®

Partes: 1, 2
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